La División Azul, como la unidad militar más culta de toda la historia, estaba totalmente preparada para esa guerra mecanizada que los alemanes desarrollaban con alarde en todos los escenarios de la conflagración mundial.
Conductores y mecánicos, de entre universitarios, profesores, militares, periodistas, etc., constituían un elevado contingente dentro de la división, cuya llegada al frente advirtió con sorpresa que esa imagen tan moderna y veloz de hacer la guerra no era la misma en todas partes, ni estaba reservada por igual entre las diferentes unidades de combate.
En realidad la guerra de tracción animal, la de toda la vida, era la más generalizada entre las tropas del III Reich, algo que la propaganda alemana no destacó en sus informativos por no ser muy novedosa y que los españoles descubrieron con desagrado y decepción.
En general los divisionarios no se entendieron mucho con sus vehículos tradicionales y los mandos alemanes no paraban de quejarse de lo mal que los cuidaban, pero bueno, mal que bien demostraron sacar partido de eso y de otros muchos inconvenientes que se fueron encontrando por el camino.
