Don Fortún es buen conocedor de las noticias sobre los infames crímenes que los turcos selyúcidas cometen contra todos los peregrinos cristianos que tratan de llegar a Jerusalem. Hace poco constató que los 100.000 peregrinos (en su mayoría campesinos) dirigidos por Pedro el Ermitaño fueron aniquilados por los infieles.
Esto es lo que en conciencia y por justicia le ha empujado a tomar las armas en defensa del más débil contra tan vil enemigo.
Sabe que este es superior en todos los aspectos menos en el más importante, en el espíritu; por eso está decidido a combatir contra el impío aunque en el empeño deje sus huesos en tierras tan lejanas.
Lo que nunca imaginará D. Fortún es que en el futuro su arriesgada y noble acción será muy criticada por sus propios descendientes.